“Bebé Rocamadour, bebé, mon bebé. Rocamadour: Rocamadour, ya sé que es como un espejo. Estás durmiendo o mirándote los pies. Yo aquí sostengo un espejo y creo que sos vos. Pero no lo creo, te escribo porque no sabes leer. Si supieras no te escribiría o te escribiría cosas importantes. Alguna vez tendré que escribirte que te portes bien o que te abrigues. Parece increíble que alguna vez, Rocamadour.”
La cita es de la carta que la Maga le escribe a Rocamadour, en el capítulo 68 de “Rayuela”, la célebre novela de Julio Cortázar que se puede leer de varias maneras distintas. A 106 años del nacimiento del célebre escritor, traductor y profesor, en esta nota te contamos un poco más sobre este exponente de la literatura argentina y latinoamericana.
Una biografía excepcional
Julio Florencio Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Ixelles, suburbio al sur de Bruselas. Hijo de un funcionario de la embajada argentina en Bélgica, pasó su primera infancia en una Europa en guerra, viviendo también en Suiza y Barcelona. A los cuatro años, la familia regresó a Argentina, instalándose en Banfield. Poco tiempo después, su padre se alejaría de la familia.
Cortázar en 1916, con dos años de edad
Julio fue desde muy pequeño un ávido lector, tanto que algunos maestros le aconsejaron a la familia a que lo incentivara a leer menos y salir más de la casa. También desde muy joven escribía relatos, marcando una clara vocación por la literatura.
En su juventud durante la década de 1930, se recibió como maestro y profesor de letras, y comenzó a dictar clases en colegios de las ciudades bonaerenses de Chivilcoy y Saladillo. Sus primeras obras conocidas datan de finales de los años 40; en 1946 publica el cuento “Casa tomada”, y en 1947, “Bestiario”.
Consiguió el título de traductor de inglés y francés en 1948, lo que luego le permitiría hacer algunas de las traducciones más importantes del siglo XX. Hasta 1953 colaboró en la revista “Sur”, vinculada al llamado “Grupo Florida” donde participaban figuras tales como Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges.
Rayuela dibujada en el piso, popular juego que inspiró la estructura de la novela de Cortázar
En 1951 emigró a París, ciudad en la que residió desde ese momento. Allí desarrolló lo más extenso de su obra, alcanzó el reconocimiento internacional, formó parejas, se involucró en asuntos de política, y realizó algunas traducciones de vital importancia para la lengua española. Cortázar falleció en 1984 producto de una leucemia, dejando un legado monumental para la literatura latinoamericana.
La obra
Además de los cuentos ya mencionados, Cortázar desarrollaría a partir de las décadas de 1950 y 1960 una importante obra literaria y de traducción . En 1956, publicó el cuento “Final del juego”; cinco años antes había publicado un libro de cuentos llamado “Bestiario”, que incluía al cuento homónimo, a “Casa tomada” y “Lejana”, entre otros.
Su primera novela, “Los premios”, vio la luz en 1960. Sin embargo, el reconocimiento llegaría en 1963 con “Rayuela”, una novela que propone distintos recorridos de lectura, y que le valió ser considerado como un exponente del llamado “boom latinoamericano”, junto a autores como Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
En 1962 publicó otra obra clave: “Historias de cronopios y de famas”, en la que puede considerarse que hace una caracterización de algunos sectores sociales en conflicto. El libro, que pertenece al género fantástico, muy cultivado por Cortázar, retrata tres clases de personajes: por un lado, los cronopios, que son figuras sensibles, relativamente marginales, asociadas a la sensibilidad artística, y que luego se convertirían en un apelativo cariñoso entre Cortázar y su grupo de amigos. En cambio, las famas son personajes estructurados, conservadores y defensores del orden establecido, mientras que las esperanzas son personajes intermedios.
Julio Cortázar paseando en el Malecón de La Habana, en 1980
Cortázar realizó también importantes obras de traducción del inglés y el francés al español. En 1951 tradujo “Mujercitas”, de Louisa May Alcott, del inglés; de esa lengua también trabajó con las obras en prosa de Edgar Allan Poe. En cambio, del francés tradujo, entre otros, las “Memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar, además de otros textos de autores como Gide y Bremond. Estas traducciones permitieron a muchas personas hispanoparlantes acceder a grandes clásicos de la literatura contemporánea, contribuyendo a enriquecer el mundo literario.
Contanos qué obra te gusta más de Julio Cortázar.
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Gracias a Lucio Maciá por la nota, a Araceli Sabransky por la selección de imágenes, Cecilia Musis por la traducción en Linkedin y a Christian Trappani por la organización.